Güacale!!!
¡Un juguetito nuevo!
Empiezo a tener tantas herramientas que cualquier día me monto mi propio Leroy Merlín en casa y me forro, pero mientras tanto disfruto de ellas, todas tan diferentes pero con una única misión: convertir para disfrutar.
La última en sumarse a la familia ha sido un destornillador que prometía solucionarme la vida (y salvarme los dedos) y yo, como DIYer (que no DJ) puñetero que soy lo puse a prueba… pero bien!
Cuando lo sostuve en mis manos lo examiné:
-Prometes atornillar sin problema, ¿eh, compañero?
Pues te vas a cagar.
Me apetecía probar con la técnica del String Art, que no es otra cosa que con clavos e hilo (o lana) componer un dibujo sobre una superficie como una madera o una pared. Pero como yo soy tan chulo y la cosa iba de destornilladores sustituí los clavos por unos tornillos negros.
Así que saqué una caja con un kilo de tornillos y un tablón que me sobró de otro proyecto.
Lo siguiente fue imprimir un moustache XXL. Si sabéis dibujar este paso lo podéis saltar.
Recorté el moustache y lo pegué al tablón con celo. Me aseguré que quedara bien centrado.
Y era momento de poner a prueba el Worx.
La peculiaridad de este cacharrito es que el solito «atrapa» el tornillo para que no se tuerza. Milagros no hace, pero facilita muchísimo la labor.
Aquí os enseño los bracitos que agarran el tornillo. Tal como este se introduce en la madera los bracitos se van abriendo, de tal manera que cuando ya está atornillado los brazos ya están completamente abiertos y retiras la maquinita sin problemas.
Cuando le vas cogiendo el tranquillo, que no tardas más de 3 tornillos, ya eres capaz de atornillar con una sola mano, con la otra te puedes rascar la nariz o tocar el piano, así de fácil resulta amigos!
Lo mejor, y más curioso, es que tal cual lo recibí me puse a trabajar con él y aguantó todo el proyecto sin necesidad de cargarlo. Eso es muuuuy buena señal de su rendimiento y lo que más me gustó.
Pero seguimos.
Una vez todos los tornillos puestos quité la plantilla.
Y fui retirando los celos que se habían quedado atrapados bajo los tornillos.
Compré una bobina de lana fina (1 lerele me costó en un mercadillo).
Y empecé anudando un extremo al tornillo que más gracia me hizo.
Lo siguiente ya fue pan comido: tiro de aquí, lo giro por aquí y vuelvo. En 10 minutos ya tenía mi cuadro de String Art listo y me encontraba más relajado que un Yogui en un todo incluido Caribeño.
Ni un minuto tardé en buscarle sitio, tenía claro que quedaría genial en mi escritorio, donde voy aportando calidez con la madera (esa frase se la escuché a la chica de Decogarden y me moló, tenía que ponerla aquí ni que fuera con calzador).
Y sí, esta foto es del post del otro día, donde os medio desvelé de qué iría uno de los futuros proyectos, que es este.
Ahora bien, este cuadro no se quedó aquí por mucho tiempo, ya que tengo el barber más cool de Tarragona y le viene como anillo al dedo.
Espero que le guste, y si no es así, ya tiene combustible para la hoguera de San Juan.
EDITO:
Tenía este post en la recámara, pero ayer al fin le entregué a Miguel Gigar el cuadro y lo colocamos «temporalmente» para hacerle unas fotos y de paso enseñaros un trocito del pedazo de local (rechace imitaciones).
Soy muy fan de los moustache y me encanta! chulisimo!!!
Guauu Javier menudo invento lo del destornillador con sujeta tornillos incluido, un buen invento.
Buen fin de semana.
Pedro
Te ha quedado estupendo!
Yo hice algo parecido, pero un poco más cutre…ya te lo enseñaré algun dia 😛
Muy chulo en el rincón de la barbería. Dan ganas de ponerse a atornillar hasta marearse!
Donde compras esos bloques de madera??
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